lunes, agosto 29, 2005

Mhonel...

Reaparece la Araña que pretende tejer su tela en las letras de la Hispanidad; un pitillo en la boca aspira y satura su aliento; la cabellera al hombro ha desaparecido y ahora abre paso a un césped oscuro que revela un cráneo recientemente rasurado. El lugar: el de siempre, "El Jardín de los Artesanos". El mismo lugar en donde apareció por primera vez a la vista. La barba a medio rasurar como si fuese ayer. Como si fuese el mismo de aquellos días. Sin embargo en realidad no es el mismo, como yo tampoco lo soy.

Los lentes continúan, el andar lento hilando redes, maquinando pensamientos, entretejiéndolos con la soledad. La figura filosa y curva, el paraguas que acompaña ese andar inconfundible, produciendo como siempre un shock, pero ahora es un shock distinto: incrédulo, encuentro-reencuentro, jugarreta del destino. Todo estaba previsto. Todo fue propicio. Los ojos lo encontraron, la mente casi no lo reconoció, sus ojos no revelaron, no hicieron contacto con aquella que lo miraba. Que reconocía sus ayeres en su persona.

Los pasos sólo atinaron a continuar el camino previsto. Miedo, inseguridad. Como si fuese el primer día, como si el tiempo hubiera girado al contrario; ¿Quién dice que el tiempo no detiene su marcha? ¿Quién dice que el tiempo no vuelve atrás?

En la noche, en esta noche, en su noche, en mi noche, en la noche de nadie, porque la enajenación en si mismo, ni la de él ni la de quien escribe se han perdido ... Seguimos siendo dos aparentemente solitarios, sólo que ahora una enorme sonrisa ilumina su rostro ausente. El mío... el mío no lo sé.

Y siempre el hubiera... ¿y si no hubiera seguido hundida en el paso, en el ritmo de una loca? ¿Y si hubiera tomado una de las dos dimensiones que el tiempo me ofrecia, eligiendo la intersección de nuestro tiempo?

Tan sólo unas horas antes me repetía a mi misma que el tiempo no perdona y puede ser cada día una última vez de algo: el destino me ha jugado una treta al ponerlo en el mismo e innevitable lugar de la última vez que ví al joven historiador ante mis ojos. Y esa fue la última vez... Ahora, al volver a tener enfrente a Mhonel (porque lo sigue siendo) me doy cuenta que no aprendí la dolorosa lección.

Sin embargo, me digo que si no pude, si no quise hablar con él fue por algo. Si él en aparencia no cruzó la mirada y si no establecimos contacto fue tal vez porque no era necesario, porque no era el momento, porque nunca lo ha sido, porque tal vez esa aparición fue para cerrar heridas aunque ahora siento que más bien se han abierto puertas a demonios que ya se habían largado... ¡No lo sé! ¡El tiempo me traerá la razón, sé que me la obsequiará, sólo basta buscarla un poco en la cabeza y en el alma!

Se está largando una araña que me desangra, pero el destino me ha regalado un Pez que me desangra de vez en cuando, pero a la vez me alivia las heridas...